jueves, 31 de marzo de 2016

Goodbye, my friend

Recuerdo para siempre la tarde de enero que me enamoré de ti. Estabas sentado al lado mío, como tantas veces habías hecho, intentábamos estudiar. Nos mirábamos, cómplices, a cada rato, queriendo huir de esa cárcel de apuntes para poder disfrutar. Y no sé por qué de repente me sonreíste. Duró menos que un milagro pero supe que estaba perdida. Que desde ese momento no tenía escapatoria y que debía seguir hacia delante teniéndote siempre a mi derecha, para poder ver esa sonrisa cuasi perfecta. Cuántas veces te había visto sonreír y en cambio nunca me había fijado; que iluminabas la biblioteca, la habitación a oscuras en la que te contuve meses después cuando me dijiste que nos habías soñado así, que acababas con la tristeza y con la soledad. Que me hacías libre cuando me observabas desnudarme de tu ropa desde la cama. 
Eso. Que me hacías libre. Libre de ser una niña, de preguntarte cuando ignoraba algo, de quitarme el sujetador al entrar a tu casa, de guarecerme en tu pecho como un cachorro mojado. Libre de pedirte un beso más "porque tal vez es el último" y de cantarte en la calle, no sé si has cambiado de opinión y no te vas... 

lunes, 28 de marzo de 2016

agosto

Escuché hace unos días en la radio que nuestras guerras negras habían llegado a su final, pero aquí, donde la muerte se hizo tangible, no puedo encontrar mi paz. Nuestra deuda no está pagada, cierro los ojos y ahí está, todo ese dolor otra vez. Si parpadeo muy rápido tenemos diecisiete de nuevo y somos tan ingenuos que creemos que este amor va a durar para siempre, mientras lo único que permanece es tu abandono cualquier día de noviembre que olvidaste mi cumpleaños. Si parpadeo muy rápido es domingo y agosto y me estás besando por primera vez en el lugar que nos vio en nuestra máxima gloria. 
Es siempre agosto. Está atrapado en el pantalón de flores naranja que no me he vuelto a poner, en cada persona que me besa y no eres tú. En tu levedad de burbuja, que me hace flotar cada vez que hablo de ti, de la ingenuidad de tu existencia, de la caja donde te descubrí ubicado pertinente en la mitad de mi camino veinte años después, como esperando que apareciera atrevida a salvarte de la lluvia. 
Mi amor desheredado aún sobrenada tus pupilas mudas que tantas veces se dilataron en la cama donde fui Eva y tú fuiste pecado. Sigue siendo agosto en un país distinto, sigue siendo agosto incluso en otros brazos. 

domingo, 20 de marzo de 2016

El día que te fuiste para siempre lloré una sola tarde frente al espejo de la habitación que construimos juntos. Tuve, en ese instante, la certidumbre de que no ibas a volver, y no lo hiciste. Prentendí convencerme a mí misma de que regresarías después de haber visto mucho dolor, olvidé que tú cerrabas los ojos ante los padecimientos ajenos.  Algunas veces te aparecías como un fantasma en la conciencia de su asesino y yo era feliz porque casi podía creer que eras de verdad. No podías volver, te habías alienado tan profundo que dejaste de existir. 
El día que te fuiste para siempre yo emprendí contigo ese viaje sin retorno. Tú te metiste a otros grandes amores no cobardes, yo a otras grandes ciudades donde nunca estuvimos juntos. Y fui incluso más allá. A la vida solitaria. A la consagración eterna de mi amor por ti, al todo por la nada. A poner fin a los principios, a causas por encima de lo humano y lo divino, al inútil intento de que las preocupaciones de otros hicieran que me olvidara de mí. Porque antes me olvido de mí misma que de ti.

jueves, 10 de marzo de 2016

Des d'aquest dia fins a la fi dels meus dies.

Usted, señor, ha iluminado con su tierna mirada estos ojos que no querían ver desde que decidí que el mundo no lo valía. Ha retrocedido tres años las agujas de mi reloj y le ha devuelto la fe a una incrédula de Dios, del amor y de la amistad.  Tiene usted el aura de un niño índigo, ha sabido entender lo que ocho cuadernos no pudieron explicar. Me ha cambiado la vida con sus andares pausados y sus flores marchitas, con sus besos templados bajo este frío que arrecia Barcelona cuando son las seis y media y cae el sol. Allá donde vaya lo voy a recordar, porque usted sabe que yo voy y vengo, que no pertenezco a ningún lugar, que a veces lloro en sus brazos porque quiero volver a mi casa y no sé dónde está. Y quiero llevármelo conmigo, pero se tiene que quedar, quiero que no se olvide de salvar el mundo ni un instante, prometió cambiar este desastre para que yo quisiera volver a mirar. Pero yo ya veo la tierra prometida cuando duermo al lado de sus ojos color tiempo, a veces como el césped, a veces como el mar. Usted me anima a seguir buscando ese lugar y confía en la paz y en la igualdad y en mis propios logros más de lo que yo jamás podré confiar. Me quiere libre, me quiere feliz, me quiere introspectiva. Usted no sabe juzgar. No sabe mentir. Y juntos vamos a ser emisarios de una paz de la que nos creíamos huérfanos, pero que ahí está, aunque no existe desde que el hombre se pensó un animal superior a los otros y vino con sus jaulas y sus armas de matar. Aunque a veces yo no esté cerca, aunque decida que mi casa está al otro lado del mar. Aunque usted esté enamorado y al mismo tiempo asustado de mi incapacidad de olvidar.
Des d'aquest dia fins a la fi dels meus dies.

lunes, 7 de marzo de 2016

A dónde me puedo mudar?

No querer estar con uno mismo va sobre no querer estar en ningún lado. Sobre querer abandonar tu cabeza en el Polo Norte y mudarte al Polo Sur. No quiero estar conmigo sin ti, es como bailar sin música. Como volver a primaria a intentar entender el mínimo común múltiplo. Es como si Miguel Ángel no pintara. No soy feliz cuando no estás. Y hace años que te fuiste. Lo fácil sería culparte de todos mis fracasos, de todo lo que me ha salido mal porque sin ti no hay motivos para luchar. Lo difícil es explicarle a mi madre por qué dejo las cosas a medias, por qué ya no quiero ni empezar. Porque me ha dejado sola, mamá, porque se llevó con él todo lo que alguna vez creí mío. Uno que tarda en olvidar, otra que no logra hacerlo nunca. Me fui de casa huyendo de ti y de mí y no ha servido de nada porque vives dentro, porque me consumes. Vuelve, por favor, volvamos a intentarlo. Aunque ya no seas lo que quiero, aunque esto sea más breve que un milagro, por favor, volvamos a intentarlo. Que aún podemos construir un hogar sin patria, estamos a tiempo de cambiar el mundo, de salvar mi pelo largo del desastre donde terminan todos mis intentos de saber quién soy yo sin ti; porque no soy nada.

domingo, 6 de marzo de 2016

Ojalá, por lo menos, que me lleve la muerte; para no verte tanto, para no verte siempre.

Después del efecto narcotizante de tu amor, puedo decir que no te creo. Ya no te creo. Tuvimos cuatrocientas oportunidades de ser, antes de que emprendieras ese viaje sin retorno. Y no fuimos. Pudimos besarnos mil doscientas veces, pero sólo fueron cinco. Íbamos a construir un hogar sin patria. Ibas a observarme desde la cama bailar en tu camiseta de fútbol. Íbamos a vivir en un lugar donde lo mundano siguiera sucediendo sin intervenirnos. Pero te largaste de aquí. Y yo me fui aún más lejos para no tener que verte ni por desgracia. Y ahora volvés diciendo que todo lo que pudo ser y no fue, hubiera llegado a ser muy bonito. Qué me vas a contar a mí, que vi tu cara en cada ruego, que construí tu sonrisa quién sabe cuántas veces, que te escuché nombrarme en cualquier parte y no estabas. Que cambiaba todo esto por un segundo con vos. 
Nunca voy a entender por qué te fuiste pero, a pesar de tener pesadillas con eso cada noche, ya no lo quiero entender. Ya no quiero nada. Desde ese día estoy despojada de lo humano y lo divino y ya no siento amor porque sé que no existe, porque si eso no era amor no hay nada que pueda serlo, y ya no importa realmente; café o té, derecha o izquierda. Cuando digo que ya no eres lo que quiero, me hablo a mí misma. Porque así, tal vez, si un día me reclamas como tuya no abandono todos mis sueños por lo único que alguna vez me ha importado; tú. Tú con ese caminar pausado, con ese nefasto dominio de lo que causa tu sonrisa. Cuando digo que tú eres más fuerte que toda esta mierda, que eres capaz de todo, te hablo a ti para que sonrías; porque he tenido esa mirada muy cerca y esa risa pegada a la mía y te prometo que puede cambiar el mundo de una manera mas definitiva que pasar la vida juntos.

miércoles, 2 de marzo de 2016

pesadillas

Casi todos los días desde hace un año sueño con tu desaparición, con tu muerte súbita, con tu abandono. No era tu obligación quedarte. Cuando te digo que no es sano sentir esto, me hablo a mí misma.
Me dijeron en terapia que dejara de escuchar esa canción que habla un poco de nosotros y que no volviera más al lugar que nos vio en nuestra máxima gloria. Que lo que no se dio, no se va a dar nunca más. Y que no estaba bien huir de los problemas, pero que saliera corriendo cuando te intentaras acercar, porque a mí el cuerpo no me responde cuando te tengo cerca. Y la cabeza mucho menos. Y tiemblo. Porque cada vez que volvés también regresa el miedo a que te vuelvas a ir. Y siempre te vas. Ese es el choque emocional que me produce un daño duradero y no me deja dormir.
El supuesto amor te cambió tan profundo que ya no te encuentro y ahora no te importa pasar por mi alrededor dando empujones como en un metro lleno, no te preocupa que después me tenga que volver a construir. Porque acá, donde sólo tú y yo sabemos lo que hemos vivido, se inventa nuestro propio código, mientras el mundo sigue girando ajeno a que volvimos a encontrarnos en una dimensión paralela. Porque no SABEMOS vivir uno sin el otro, olvidamos cómo se hacía.
Cierro los ojos y ahí está. Todo ese dolor otra vez. Tú corriendo detrás de alguien a quien no consigo ver bien, yo partiéndome en mil. Y mis mil pedazos se abalanzan sobre cualquiera que me deje seguir garabateando nuestros nombres en los márgenes. En mis sueños siempre te vas. Y me despierto llorando porque es verdad que te habías ido, y alguien gritaba en otra habitación, y alguien gritaba en la calle y alguien siempre está gritando cuando no estás.

El metro

Nadie parece ser feliz en el metro. La gente mira al suelo. En el metro todos están cansados. Todos tienen preocupaciones y responsabilidades muy pesadas para ir cargando por esos pasadizos infinitos. La gente tiene miedo en el metro. El miedo que produce la incertidumbre. A veces, alguien sube a pedir dinero y todos fingen no escuchar. Otras veces, entran abuelos a tocar el acordeón, con sonrisas impostadas a pesar de la pobreza, porque saben que todos están tristes en el metro y los intentan alegrar. Pero todos agachan la mirada. Suben el volumen de su propia música. En el metro están todos muy cansados, sí, pero ninguno tiene sueños. O no los pudieron cumplir.
En el metro, las señoras no se sientan al lado de los negros, miran a otro lado cuando estos les ceden el asiento. Los sudamericanos tampoco se sientan y su cara parece decir que no les corresponde ese lugar.
Y nadie dice nada. Todos se sumen en un silencio cómplice, en un libro que sacan del bolso, en una conversación con alguien que está muy lejos. Nadie grita, nadie llora, nadie hace nada para poner fin a tanta desigualdad, a todas esas injusticias, a toda la infelicidad del pueblo que tomó el desayuno con la noticia de cientos de niños, hombres y mujeres muertos en el mar, con la noticia de un bombardeo (otro más) y a nadie parece importarle porque "¿qué podemos hacer nosotros?" Porque todos tienen sus propios problemas en el metro. Porque ser feliz no está en venta. Ya no queda. Ya no hay más.