que la fiesta sigue,
y el verano regresa,
y a veces llueve y tengo frío.
Y ocurrió también
que nada se detuvo cuando te fuiste como todos los días
pero mirándome como por última vez,
que se hizo de noche
y el reloj no cesó en dar mil vueltas
y el viento siguió conversando contra mi ventana
y contra la tuya,
ya lejos de mí.
Y diría que a veces pareces cercano,
como si lo único que ocurriera fueras tú.
Tú, con tu efecto narcotizante.
Y lo que viene después,
recordar todo lo que guardábamos en las manos,
un mundo a nuestra manera,
un hogar,
un amor eterno como el milagro ateo,
susceptible siempre de que la eternidad
durara sólo lo que algún beso.