miércoles, 30 de abril de 2014

Fueron versos -libres-

Fue, sin dudas, el mejor verano de su vida.
No vio a nadie que no quisiera ver,
dejó a un lado playa y fiestas
y estuvo con él todo el tiempo que pudo.
Se aficionó a las conversaciones con cerveza
y a la cerveza en sí,
a que una mesa no significara nada
sin una bien fría sobre ella
y sin tenerlo a él mirándola.
No hizo nada que no quisiera hacer,
se rió y fue todo lo feliz que quiso,
sentía que por fin la querían así de niña;
inocente y frágil.
Que podría ir al cine, hablar de todo y no enterarse de la película
y a alguien iba a gustarle no enterarse de nada
por escucharla a ella.
Y vio horas y horas de Tarantino,
no intentaban demostrar quién se quería menos.
Era "buenos días" y era "buenas noches" todos los días
y en realidad lo eran, por estúpido que pareciera,
sólo era así si él se lo decía.
Sí, no dejo ni un mínimo espacio para que se cuelen las dudas,
fue el mejor verano de todos porque lo descubrió a él,
porque se encontró a sí misma,
porque fueron poesía
y de la más bonita que jamás había recitado.
Fueron poema,
fueron versos -libres-,
fueron estrofa, tuvieron métrica.
Algunas noches fueron tango
y otras tantas sólo peleas,
y ha llegado a la conclusión de que es mejor cuando está con él
que cuando no es así,
porque le da las ganas
que el resto del mundo le quita
de intentar ganarse un buen lugar en el cielo.
Y es verdad que no la mató,
pero la dejó con todas las ganas de morir.

viernes, 25 de abril de 2014

Que se acabe el mundo. Que termine todo.

Prefiero una muerte lenta entre tus brazos
a librar y ganar mil batallas sin ti.
Que quiero caer, y caer en el olvido
y marcharme sin nada que entregarle al mundo
antes que seguir de rodillas ante ti.
Y por supuesto que deseo que se acabe la tierra,
que se acabe el agua,
que nos llegue el fin.
Cien veces el fin a no tenerte.
Cien veces arder en una hoguera a no besarte otra vez.

Es lo que quiero.
Que termine todo, que se acabe mi dolor
y el del de al lado, y también el tuyo si te duele.
Que se acabe el miedo,
que nunca más nadie puede volver a tocarte.
Que les llegue el fin a los que mancillan tu nombre.
Que se retuerzan de dolor por tanto daño.
Que no los juzguen en el final,
que no tengan una segunda oportunidad en la Tierra.
Que se acabe el mundo, que termine todo.

Que se cierren tus ojos
y nunca más vuelvan a mirar a nadie como me miraban.
Que se te pare el corazón
y no vuelva a acelerarse ante nadie.
Que se te corte el aire
y que no sea por mí.
Ojalá que mueras, lentamente, entre mis brazos
y ojalá que me sueltes
justo antes de morir.

Que nos caiga un rayo y nos parta en miles de pedazos
y que jamás nos puedan reconstruir.
Sí, que termine todo,
que no volvamos a tenernos frente a frente.
Que seamos la víctima y el verdugo,
que me den un hacha para hundirla en mi espalda
y cortarte la cabeza con la misma.
Que nos asfixiemos
con la almohada en la que dormimos juntos,
que arda en llamas la manta que nos protegió del frío.

Que se acabe el mundo, que termine la esperanza.
Que desfilen, uno a uno, todos los villanos del planeta
y nos guíen a la destrucción.
Ojalá, ojalá que muramos de maldad,
de odio, de oscuridad.
Que las flores ya no quieran florecer,
que las abejas no quieran polinizar,
que se avergüencen de nosotros
todos los seres que convivieron en armonía.
Ojalá sientan lástima por ti, por mí, que no nos supimos amar.

Que se acabe el mundo sin saber perdonar,
sin volverte a mirar, sin haber hallado la paz,
sin el fantasma de una última sonrisa.
Que caigan edificios y quede todo destruído a nuestro paso.
Hagamos que el diablo esté orgulloso.
Hagamos que Dios quiera llorar.
Que no nos juzguen en el final, porque no supimos amarnos.
Que ese sea mi castigo,
el que te quedes atrapado en mis recuerdos,
y que sea el tuyo vivir atrapado en mi interior.

domingo, 20 de abril de 2014

Y cómo no iba a escribir los versos más tristes esa noche.

"Apagá la tele o apagá el movil".
No puedo, papá, no quiero quedarme sin mí ni quiero quedarme sola.

Estoy mirando al techo con un brazo detrás de la cabeza
y por un instante imagino que no existe tal techo,
que estoy mirando el cielo de una noche estrellada,
como un Neruda cualquiera,
y que no estoy en esta cama improvisada,
sino en una hamaca en un bosque
y cuando giro la cabeza, te veo.
Por un instante.
Y, en ese mismo, pienso en el abrazo
tan grande que te daría al verte
después de tanto tiempo
y tanto dolor
e invento una conversación perfecta entre los dos.
Y te hablo de esa cosa tan maravillosa
y exclusivamente nuestra,
de unos momentos que van a ser tuyos y míos
para siempre.
Es verdad, en este instante cierro los ojos
y soy capaz de sentir la brisa de una ciudad sin polución,
disfruto del frío tenue que me acaricia
y veo luces en la negrura del cielo.
Y cómo no iba a escribir los versos más tristes esa noche,
y por eso los más hermosos.
Así que, por favor, apagá el móvil, la tele,
el amor y el alma.
Cerrá los ojos
y disfrutá de esta noche estrellada
que es sólo tuya,
porque era mía y quiero regalártela,
que yo, en la distancia y el enfado y la rabia,
voy a gozar de una noche de verano imaginaria,
observando un cielo que no existe,
junto a una persona que es mentira.

sábado, 12 de abril de 2014

Tus besos saben al fin de la guerra.

(Lo bueno, si breve... Dame más de ti, por Dios, dame más.)

Me gusta cuando empezamos una guerra,
me gusta cuando hacemos las paces,
por eso de que tus besos saben al fin de ella,
-de la paz o de la guerra-.
Y es verdad que eras
el monstruo en todos mis armarios,
pero has decidido trasladarte hacia mi almohada,
y claro...
Hoy soñé contigo
y no estábamos solos
y me mordí de rabia en sueños
y me desperté con heridas
¡de haberme mordido de rabia!
De la rabia que me produce que no nos dejen ser,
que nos hayan llenado de mierda
hasta taparnos y asfixiarnos,
hasta ahogar los sentimientos.
Hoy me he levantado
con ganas de comerme el mundo,
de comerte a ti,
de comerme tu boca
y alimentarme de tus besos de final de guerra,
de nutrirme de tu saliva y tu perfume,
de tu piel y de envolverme en tu abrazo.
Pero estabas lejos y distante,
como siempre, había que pararlo y entonces...
Lo único que me he comido
-o me ha comido a mí-
fue la rabia.