sábado, 12 de abril de 2014

Tus besos saben al fin de la guerra.

(Lo bueno, si breve... Dame más de ti, por Dios, dame más.)

Me gusta cuando empezamos una guerra,
me gusta cuando hacemos las paces,
por eso de que tus besos saben al fin de ella,
-de la paz o de la guerra-.
Y es verdad que eras
el monstruo en todos mis armarios,
pero has decidido trasladarte hacia mi almohada,
y claro...
Hoy soñé contigo
y no estábamos solos
y me mordí de rabia en sueños
y me desperté con heridas
¡de haberme mordido de rabia!
De la rabia que me produce que no nos dejen ser,
que nos hayan llenado de mierda
hasta taparnos y asfixiarnos,
hasta ahogar los sentimientos.
Hoy me he levantado
con ganas de comerme el mundo,
de comerte a ti,
de comerme tu boca
y alimentarme de tus besos de final de guerra,
de nutrirme de tu saliva y tu perfume,
de tu piel y de envolverme en tu abrazo.
Pero estabas lejos y distante,
como siempre, había que pararlo y entonces...
Lo único que me he comido
-o me ha comido a mí-
fue la rabia.

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