jueves, 20 de agosto de 2015

Para recordarte.

Ya no me voy a la cama sin aprender algo nuevo cada día, y si me voy contigo, y si lo aprendo de ti, mucho mejor. Es verdad todo eso que ya me dejó sin palabras para poder explicar que sólo quiero estar contigo. No me interesan las demás personas, pueden irse cuando quieran, yo ya no tengo frío. Que me haces bien, que sólo tú me das la paz y la calma que mi mente en guerra necesita, que sólo sé reír si es de la mano de tu risa, que en tus brazos encuentro mi casa, que caminar a tu lado es lo que me hace creer que puedo arreglar el mundo de una manera mas definitiva que pasar la vida juntos, que sólo puedo ser feliz si voy por el lado izquierdo de tu cornisa. 

Me enseñaste que es verdad que el tiempo puede pararse, el mundo puede dejar de girar cuando me besas y construyo tu cara y me raspa tu barba de hombre; y que contigo la vida parece ocurrir con una fluidez de siameses que seré incapaz de repetir. Invéntame más palabras para poder seguir dibujando esta postal. Para hablar de cómo se ve el cielo cuando pasas por delante, para contar del perfume de tu ropa cuando descanso en tu barriga. Enséñame un nuevo idioma que contenga todo lo que quiero mostrarle al mundo de ti, de la suerte de tenerte, de saberte mi amigo, mi guía, mi espejo. De saber que a veces tu cuerpo es todo mío, y que siempre, siempre, siempre: mi vida, mi lucha y mi corazón son tuyos.

martes, 18 de agosto de 2015

Afuera de sus brazos el mundo es un lugar lleno de arañas y coches mal aparcados.

Contigo aprendí a no ducharme de noche. 
Aprendí quiénes son los malos y quiénes los buenos. 
Aprendí que es posible hacer que agosto dure todo un año, 
hasta que llega de nuevo 
y entonces se acabó. 
Tú me enseñaste que el equilibrio puede ser amor, 
y afuera de tus brazos 
el mundo es un lugar lleno de arañas 
y coches mal aparcados. 
Que, cuando estás lejos, 
mi cuerpo es una estación de trenes vacía. 

A dos centímetros de tu cara pienso que La Laguna me recuerda tanto a ti que me duele, 
que cada esquina es nuestra,
que cada calle me lleva a tu casa,
pero tú hiciste que volviera a escribir, 
me guiaste con tus manos de hombre 
hacia el lugar donde no existe el miedo. 
Supiste entender mi espíritu que nadie pudo doblegar, 
no intentaste hacerlo, 
le prestaste la calma. 
Hace mucho, muchísimo, que ellos no entienden, 
y en realidad no les importa, 
que esto de tenerte conmigo sería malo para los dos. 
No es culpa de nadie 
que yo sólo hubiera querido que nosotros hiciéramos; 
que hiciéramos las paces,
que hiciéramos las guerras. 
Pero que hiciéramos.