sábado, 30 de agosto de 2014

Soledades

Ya hace bastante tiempo desde la última vez que estuviste acá.
Y con acá no me refiero a mi cama,
ni a la cocina o al desván.
Quiero decir acá, a mi vera,
en mi cabeza, en mis sueños, en mis mañanas.
Y te extraño a ratos, cuando no tengo nadie más para extrañar,
cuando ya no sé a quién escribir y se me olvida cómo.
Cuando suena tu canción o echan una de Tarantino.
Cuando te vuelvo a ver y me acuerdo,
me acuerdo de todo,
de que ya no estás y te quiero.
Es ahí, en el momento en el que pienso que estoy en paz,
que por fin pusimos un punto a nuestras guerras negras,
cuando estoy casi convencida de poder volver a amar de ese modo,
a extrañar y a sentir el dolor que traspasa todo y se hace físico cuando alguien se va y es para siempre...
Es ahí cuando volvés, cuando te traigo.
Y caigo en la cuenta.
Siempre vas a ser mi talón de Aquiles.
El único, el primero, el último, el mío, el de todas.
Y se me forma un nudo en la garganta
y siento que me queman las entrañas
y hablo apretando los dientes para decirte que te odio por haberme hecho de esta manera,
por haberme cambiado,
por haberme devastado, fulminado, fusilado.
Por haber pasado por encima de mi cuerpo tantas veces como quisiste
y después haberme escondido en el maletero de tu coche y haberme tirado en una cuneta.
Me abandonaste, me dejaste sola en las ciento nueve noches que más te necesité.
Y sabías que yo tenía miedo a apagar las luces y que todo fuera oscuridad,
a cerrar la puerta y que todo fuera soledad.
Pero no te importó dejarme,
te dio igual escucharme llorar como una niña asustada y sin consuelo
al otro lado de la pared que levantamos juntos.

viernes, 29 de agosto de 2014

Ignorares

Decís que tu chica tiene que ser deportista,
en cambio mi chico tiene que ser arte.
Y qué sabés vos de arte.
Qué sabés de pintores, de poetas, de autores, de directores.
Qué libros leíste,
qué podrías decirme de Gabo, de Dalí,
de las nocturnas de Chopin.
Qué poema sabrías recitarme,
qué poemario te hace llorar.
Qué director te eriza la piel,
¿Hitchcock tal vez o preferís a Tarantino?
Y qué hay de ese libro que te hizo cambiar,
esa adaptación cinematográfica que te hizo temblar,
ese cuadro que nunca dejarías de mirar.
Qué hay de Baudelaire, de Bukowski.
Y tu cantautor favorito, algo más que Sabina y Serrat y Blunt.
Qué sabés de todo eso, qué sabés de ellos, qué sabés de mí.
No sabés nada.

jueves, 28 de agosto de 2014

Volveres

Dejamos demasiados planes sin hacer,
tal vez organizamos cosas muy rápido
y yo confié en esas pizzas y esas tardes de Simpsons en tu casa,
en tu sofá, en tu cama,
sin haberme planteado siquiera que todo en vos podría ser de mentira.
Te quería querer,
o quería dejar de querer demasiado a alguien.
Y ahora estoy esperando, estoy esperando por vos,
por verte llegar, por que me vengas a buscar
y que me lleves a todos esos lugares donde te gustaba ir solo.
Espero por tu regreso,
por tus besos invencibles y tu llamada después de la siesta.
Por verte entrar, por aguardar la noticia de que llegaste y que estás bien,
por observarte descansar y enredar mis dedos en tu pelo rubio.
Qué sé yo...
Espero volver.
Te espero para volver.
Vuelvo a esperar, vuelvo para esperar,
volví a esperarte y vos no volvés.
Estoy esperando para que vuelvas y, por favor, no me abandones nunca más
porque amar es absoluto.
¿Cómo se puede amar mucho, poco, o a medias a alguien?

miércoles, 27 de agosto de 2014

Caracoles

Caracolitos en la espalda.
Los siento caminar.
Siento los caracoles que tus dedos dibujaban ascendiendo por mis piernas.
Y te escucho respirar.
Casi palpo el vaho que emana de tu boca hacia la mía
mientras tu barba me salva y me acaricia las mejillas.
Y me recuerdo.
Me veo ahí, ante vos, dejándome ser completamente,
te dejo hacer lo que creas conveniente conmigo, con mi boca, con mi cuello.
Cierro los ojos y me elevo hasta vos,
con el pelo columpiándose en la espalda que arqueé para que puedas seguir.
Te permito creer que soy tuya y que quiero que seas para mí,
pero en realidad no me importa en absoluto a quién estoy besando, porque no es él.
No sé a quién pertenece la saliva que mezclo con la mía,
no sé quién echó agua sobre los fuegos artificiales que se encendían
cuando me besaba la única persona que me dijo que me quería cuando realmente lo hacía.
No sé quién apagó las luces y corrió las cortinas y cerró todas las puertas
sin saber que mi Amor (él) era capaz de colarse por cualquier rendija,
por cualquier pliegue de mi ropa, por debajo de cualquiera de mis camisas.

lunes, 11 de agosto de 2014

Regresares

 Ha pasado mucho tiempo. Te ha crecido tanto el pelo desde la última vez que te vi. Todo ha cambiado en estos últimos meses, o al menos yo he cambiado y eso hace que las cosas parezcan distintas. Estoy más tranquila, ¿sabés? Las ganas de venganza, la terquedad, el egoísmo han ido en caída libre. Las emociones negativas que se despertaban al tenerte, los celos, la rabia, la frustración; desvanecidas. Y han dado lugar a la paz y la armonía. Ya no insisto en lo que hace daño, te hago caso al rodearme de gente tan distinta a vos, pero no voy a mentirte diciendo que no te extraño.

La hecatombe de cosas que nunca había sentido nos dejó en un estado tan lúgubre que no podíamos volver. Sabés mejor que nadie que lo correcto era separarnos, hicimos bien. No te culpes. Yo no lo hago. Éramos seres oscuros, teníamos maldad dentro y nos estaba consumiendo a los dos, queríamos herirnos, queríamos arrancarnos la piel a mordiscos, quemarnos, darnos besos de cianuro. Nos queríamos matar. Nos queríamos a matar. Ahora nos vemos después de tanta calma y sabemos que fue un tratamiento express para vos y para mí, estamos un poco demacrados tras esta recuperación, y sí, yo también tengo el pelo más largo desde la última vez que me viste, y los labios más secos y la piel más bonita y no me mires así, tenés razón, los ojos enormes. Y te miran fijo, te miro como si nunca hubiera dejado de observarte. Qué linda te queda la barba, pero para la cena de hoy mejor andá a afeitarte, a mamá no le gustás así en las ocasiones especiales. Qué grande estás, tenés la espalda más ancha que antes. Es cierto, qué bien nos ha sentado la distancia, qué sano no haberte oído reír en los meses que me moría por dentro.

Pasame tus sermones por los labios y también la lengua, que vos sabés que yo te dejo hacer, te dejo ser lo que te parezca. Alguna vez estuvimos tan lejos que el universo se dislocaba, en esos momentos todo era tan táctil que creí poder escapar de este entierro. Nunca más van a volver a encajar nuestras piezas, no es culpa de nadie, pero ya no consigo recordar si vos me volvías abstracta o si yo te hacía a vos de carne y hueso. Aún hoy leo cosas que parece mentira que se hayan escrito, pero las escribí yo, todas para vos, te las entregaba de rodillas en una bandeja de plata.

Nada es igual, te lo prometo, ya no escribo poesía. Ya no hay versos, ni libres ni encarcelados ni asfixiados ni poseídos, ya no hay nada. Hay esto que sólo vos sos capaz de entender, devastación pura. Construí una armadura con las chapitas de las latas de cerveza que tomamos una noche, no recuerdo cuál, pero fue una. Por eso pude volver. Por eso es que estoy aquí, sentada así de cerca de tu frente, tocándote la palma de las manos con las yemas de mis dedos, pasando mis piernas por encima de las tuyas, atrayendo tu cuerpo hacia el mío, mezclando el vaho que desprende tu boca conmigo, acariciando tus mejillas con la punta de mi nariz, posando la mirada en las comisuras de tus labios, sintiendo nuestras respiraciones agitadas, nuestros corazones desprendidos de su caja, nuestra ropa desprendida de nosotros, nuestro orgullo cayendo a los pies de la cama, nuestros cuerpos desfalleciendo sobre ella y yo sobre vos y vos debajo de mí y el alma olvidada en cualquier rincón y al amor le cerramos la puerta para que esperara fuera a que acabáramos de no amarnos para después fumar un último cigarro a caladas compartidas, a versos que ya no calan, a canciones que no parecen las mismas, a un ritmo que ya perdimos, a nosotros que somos nadie.

Sí, definitivamente todo ha cambiado, excepto mi manera de quererte.

viernes, 8 de agosto de 2014

Andares

Te pregunté que si estando frente al mar tenia que ir hacia la izquierda o la derecha. Contestaste que hacia dónde iría cuando se me acabaran esos océanos de los que tanto me gustaba hablar. Me cuestionaba constantemente en qué punto se había perdido el origen de deseo y ganas en el que habíamos nacido y me gritaste que era incapaz de recuperarlo, o recuperarnos.
No supe dónde empezábamos ni cómo quería terminar con vos, o tenía demasiado claro que no quería finalizarlo nunca. Te interrogué en sueños sobre cómo había llegado a ese punto de perdición, cuando yo siempre iba un paso por delante, mientras vos me observabas con esa juventud tuya tan repleta de ganas de vivir y tan desde el fondo de tu alma enamorada del pasado.
Te advertí que ni todas las dioptrías del mundo me impedirían verte y así fue. Me encontraba frente a millones de reflejos de lo mismo e inquiriéndome cómo era que en un momento me había hecho tan feliz verte y cómo pude pasar tantas horas viendo desfilar a personas que no tenían cara, esperando que tu barba salvadora me rozara de nuevo las mejillas.
Estaba pensando cómo explicarte que habían cosas que dolían y cosas que mataban. Que ver algo tuyo me había hecho daño y me había herido en el alma, pero ver cosas de la única persona a la que había amado sencillamente acabó conmigo, que no hubo dolor ni cicatrices, ni arañazos, sólo el vacío infinito que se siente cuando se muere un ser querido, y ese vacío se me quedó dentro porque me fui yo. Con él.
Trataba de entender cómo era posible sentir tantos celos y miedo del pasado, pero me llenaba de oscuridades el pensar que la amaras a ella tanto como yo lo amaba a él, aunque te quisiera, aunque te deseara, aunque necesitara pasar las yemas de mis dedos por tu espalda blanca, ante mis ojos nunca ibas a ser él. Esa tarde contabilicé doscientas setenta y tres barbas pero ninguna ocultaba tu boca pequeña que me llenó de besos y, a ratos, de esperanza.

martes, 5 de agosto de 2014

Prolongaciones

"Finjamos, vida, que esto aún no ha terminado."

Tenía las piernas con todas las gamas de morado y más arriba también, hasta el cuello. Me observabas con un poco de pesar, como doliéndote el destrozo que habías hecho conmigo, pero estábamos vivos todavía, como una amalgama que se estaba por separar. Había pasado la noche intentando que vieras que no me importaba que llegaras con olor a otro lugar, que yo no estaba enamorada todavía pero eras un héroe para mí. Estabas volviendo y no sabía de dónde y me explicabas que habías conocido otras vidas que te tenían obnubilado.

 A mí me parecía todo lo mismo porque miraba al mundo como contándole los días que faltaban para dejar de verlo y vos estabas con esos ojos tuyos tan juveniles y tan puestos de todo. Yo pretendía ver a través del rojo que tenían y sentir así que a ratos estaba medio viva y quería darte las gracias a vos porque me prestabas un poco de calma, de paz y de incendios impares cuando no me dejaba tocar y te mordía las manos. Vos estabas ya muy destrozado como para poder unirnos de ninguna manera y yo no cesaba en mi afán de querer repararlo todo cuando no era capaz siquiera de arreglar el desastre de miedos que había en mí.

Me incautaste un poco la poesía para que tuviéramos algo de historia porque éramos puro prólogo. Sólo quería hacerte entender que a mí no me gustaba la fiesta ni tener olor a otros lugares que no fueran tu cama y tu cuerpo.