martes, 30 de junio de 2015

Ya no pienso demasiado en que te fuiste.

Por fin, veinte años después, te diste a conocer un mes de febrero. Fuiste un poco de todo eso que no debe tomarse en cantidades elevadas. Me enseñaste algunas de las cosas que no se tendrían que aprender a edades tan tempranas, las mentiras piadosas y la piedad inventada. Ya no pienso demasiado en que te fuiste. Ya no pienso demasiado en tus ojos clavados en mi espalda, en tu sonrisa indulgente cuando me hacía mayor ante ti tomando una cerveza más, "y a la siguiente invito yo que ya te he hecho mucho daño, y qué guapa estás cuando no tienes miedo". He dejado de pensar. Y de buscarte. En otras personas, en otras palabras, en frases que imaginaba tuyas.
Me resisto a creer que solo tú entiendes lo que escondo cuando callo, que nadie más conoce de tu forma los giros de mi voz y cómo titubeo cuando te engaño. Que nadie más podrá resolver todos los enigmas del planeta como cuando tú me quitabas la única duda que importaba y se cerraban todas las ecuaciones, y a la mierda con la autodestrucción, "que sí, que claro que te quiero, mucho más que esta mañana"