jueves, 31 de marzo de 2016

Goodbye, my friend

Recuerdo para siempre la tarde de enero que me enamoré de ti. Estabas sentado al lado mío, como tantas veces habías hecho, intentábamos estudiar. Nos mirábamos, cómplices, a cada rato, queriendo huir de esa cárcel de apuntes para poder disfrutar. Y no sé por qué de repente me sonreíste. Duró menos que un milagro pero supe que estaba perdida. Que desde ese momento no tenía escapatoria y que debía seguir hacia delante teniéndote siempre a mi derecha, para poder ver esa sonrisa cuasi perfecta. Cuántas veces te había visto sonreír y en cambio nunca me había fijado; que iluminabas la biblioteca, la habitación a oscuras en la que te contuve meses después cuando me dijiste que nos habías soñado así, que acababas con la tristeza y con la soledad. Que me hacías libre cuando me observabas desnudarme de tu ropa desde la cama. 
Eso. Que me hacías libre. Libre de ser una niña, de preguntarte cuando ignoraba algo, de quitarme el sujetador al entrar a tu casa, de guarecerme en tu pecho como un cachorro mojado. Libre de pedirte un beso más "porque tal vez es el último" y de cantarte en la calle, no sé si has cambiado de opinión y no te vas... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario