domingo, 3 de abril de 2016

sigue

Otra vez amaneció mientras esperaba que ocurriera porque no puedo dormir de noche sin soñar con que te vas mil veces como te fuiste aquel día. El hilo rojo que iba desde La Laguna hasta Buenos Aires parece tentar a la suerte en su perpetuo vaivén, en su quirúrgico tira y afloja. Al norte tú, inquieto, solitario, dos años por delante. Al sur yo, ajena, adorada. Y en el medio, los dos, pertinentes, en el momento justo, en el lugar adecuado. 
Un nudo en la garganta me ahoga y me nubla la vista cada vez que pienso en ti, en tu afán de justicia, en tu pericia de prófugo, en el rastro que dejaron tus zapatos la última vez que te vi y era de noche. En todo ese dolor que ya no dejo entrar más de cinco minutos al día, mientras en la calle el sol sigue su rutina de aparecer como si no le importara que tú te hayas ido y los pajaritos cantan sin saberlo y alguien acaba de llegar a casa y alguien se está yendo y la vida no se detuvo ni un instante desde que tú te fuiste.  
A veces me obligo a creerte lo de que me querías, aunque antes de dormir cada mañana sepa que todo nuestro amor cansado fue de mentirita. 

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