jueves, 10 de marzo de 2016

Des d'aquest dia fins a la fi dels meus dies.

Usted, señor, ha iluminado con su tierna mirada estos ojos que no querían ver desde que decidí que el mundo no lo valía. Ha retrocedido tres años las agujas de mi reloj y le ha devuelto la fe a una incrédula de Dios, del amor y de la amistad.  Tiene usted el aura de un niño índigo, ha sabido entender lo que ocho cuadernos no pudieron explicar. Me ha cambiado la vida con sus andares pausados y sus flores marchitas, con sus besos templados bajo este frío que arrecia Barcelona cuando son las seis y media y cae el sol. Allá donde vaya lo voy a recordar, porque usted sabe que yo voy y vengo, que no pertenezco a ningún lugar, que a veces lloro en sus brazos porque quiero volver a mi casa y no sé dónde está. Y quiero llevármelo conmigo, pero se tiene que quedar, quiero que no se olvide de salvar el mundo ni un instante, prometió cambiar este desastre para que yo quisiera volver a mirar. Pero yo ya veo la tierra prometida cuando duermo al lado de sus ojos color tiempo, a veces como el césped, a veces como el mar. Usted me anima a seguir buscando ese lugar y confía en la paz y en la igualdad y en mis propios logros más de lo que yo jamás podré confiar. Me quiere libre, me quiere feliz, me quiere introspectiva. Usted no sabe juzgar. No sabe mentir. Y juntos vamos a ser emisarios de una paz de la que nos creíamos huérfanos, pero que ahí está, aunque no existe desde que el hombre se pensó un animal superior a los otros y vino con sus jaulas y sus armas de matar. Aunque a veces yo no esté cerca, aunque decida que mi casa está al otro lado del mar. Aunque usted esté enamorado y al mismo tiempo asustado de mi incapacidad de olvidar.
Des d'aquest dia fins a la fi dels meus dies.

No hay comentarios:

Publicar un comentario