miércoles, 7 de enero de 2015

Sos capaz de controlar el ruido que hacen las cosas al romperse.

Hoy a mi isla le faltás vos. Vos con esa especie de oscuridad inmóvil y casi táctil que dibujabas a los días. Faltás vos cuando pienso que capaz puedo estar siendo un poco feliz, pero al final no. Cuando "te quiero" significaba que eras todo lo que podía salvarme, una promesa que no iba a traicionar. Y sin sentirlo, todas las marcas de mi cuerpo se borrarán como por arte tuya, y ya no tendré cómo acordarme de vos y tu respiración en mi pecho. Ya no podré recordarnos estando frente a frente hasta que uno abría los ojos y yo, por fin, te encontraba. 

Quisiera entregarte en las manos toda la calma que serviste en mi mesa, porque antes de vos había tanto bullicio y tanta gente queriendo que sus ideas quedaran por encima de las demás, que ya no podía escuchar quién era yo y qué quería decir amar verdaderamente a alguien. Hasta que una noche estival que acariciaba ese verano... Vos y tu pasar las yemas de los dedos desde mi frente hasta mi boca, vos y el calor de tu espalda, y mi sumergirme en tu corazón y mi dormitar en tus brazos. Vos y dejarme ser, rendida a ese milagro de cerveza y pericia, escondida de la mañana entre tu pecho y tu ombligo. Y entonces el bullicio se apaga, se escapa de tus manos de hombre, sólo queda el perfume de la locura que percibo en tu piel, tus ojos, tu lengua sucumbiendo a la mía, libre de vos pero no de mí. 

No importan las derrotas o el caos anteriores, nunca nos importó todo eso que no sabíamos cómo decirnos, porque nos buscábamos con una inercia amurallada, para no perder la costumbre, pacificándonos, prefiriéndonos. Pero vos sos capaz de controlar el ruido que hacen las cosas al romperse, siempre listo para el final, para la extinción, porque sos así, sos "mañana nunca se sabe", y si descuido tu presencia me devolvés una indiferencia diabólica que me raspa las rodillas, como tu barba en mi costado, como tu amor crudo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario