jueves, 4 de diciembre de 2014

Todo lo casto de mi cabeza.

Una vez morí por vos y no hubo un tercer día para resucitar. No hubo más nada porque es mentira todo eso que nos quieren hacer creer, de la vida después de caer, del paraíso, de la recompensa. Después de morir no hay más que noche, después de  la tormenta nunca llega la calma, sólo devastación, un espejismo de que casi puedo volver a besar tu boca que es el epítome del amor más puro. Pero no la beso más. En este Bosque Prohibido repleto de faunos, centauros y gigantes, vos sos el ser más hermoso que lo habita, tan siniestro, laberíntico, pausado. 

Me alejaste de la luz y devoraste todo lo casto que encontraste en mi cabeza. Yo me fui, es cierto, pero vos nunca más viniste a morir en mi vientre. Hace mucho tiempo que sólo sos el pálido reflejo al que miraba para poder verme y dinamitaste cualquier atisbo de inocencia en mis manos de niña pacificada. 

Sólo quiero que vuelvas. Soy una peregrina de rodillas en tu infierno, y ardo en tu fuego que no quería quemarme, sangro con tus puñaladas que no querían herirme, muero por tu amor que no sabía amarme. Y lo único que quiero es que vuelvas. Porque ya nunca oscurece, no me llegan las noches, se me escapó el futuro antes de alcanzarme.

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