viernes, 10 de octubre de 2014

Todo lo que trasciende tu piel

Iba sabiendo hacía mil noches que me estaba faltando algo que no podía ubicar. 
Quise entender qué había perdido, 
comentaba que extrañaba una sensación y no sabía cuál. 
Las mañanas seguían huérfanas de paz 
hasta que me topé con esa infinita sonrisa, todo muy muy normal. 
Y eras vos. 
Eso que no podía encontrar ni en el más profundo infierno 
eran unos ojos que me miraran como los tuyos. 
Una mueca de lado, un caminar despistado, 
un pelo con menos rumbo que vos. 
Era eso. 
Lo que tantas noches pareció el mayor enigma jamás escrito, 
sólo era una mirada posándose en cada letra de mi nombre. 
Y ya no recuerdo en qué esquina, qué palabras, qué lugar. 
Pero éramos nosotros elevándonos por encima de cualquier destierro. 
Izando banderas blancas para poner fin a nuestras guerras negras. 
Menos mal que era invierno y teníamos un poco de nieve en las botas.

Todo lo que trasciende tu piel 
coloniza ese porcentaje inútil de mi cerebro 
y me da ansias de saber, 
de saberte mío, 
porque me hacés sentir intrépida 
aun cuando soy poco más que problemas y miedos, 
y tu sonrisa me dice que tenés la solución para todos los misterios del mundo, 
incluso para mi oscuridad. 
No me reprendas más, 
no me hagas pensar más en los errores que voy a volver a cometer, 
disfrutemos de esta noche que podemos pasar juntos, 
uno nunca sabe si va a ser la última y, 
total, el futuro siempre será lejano hasta que nos alcance. 

Si hacés silencio, 
todavía puedo escuchar tus zapatos italianos dibujando una ruta de adiós,
y para mí aún seguís sentado en el último lugar que te vi, 
como si ese autobús nunca encontrara su destino hasta que yo te vuelvo a ver, 
como si tu vida se pausara tras mi último beso. 
Yo te tengo y te pierdo, todo a un tiempo. 
Me llenás de confusiones que hacen que haya dejado de decir nada 
después de haber hablado de tu cabello y tus andares. 
Tu luz intermitente ya no me mueve un pelo, 
pero es verdad que me desarmaste por completo 
y ya no puedo recordar cómo se escribía otro nombre. 
Me prestás tanta calma que en un abrazo llenás mis manos de paz, 
ponés dos mariposas sobre mis párpados 
y veinte años de madurez sobre mis hombros. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario