jueves, 5 de junio de 2014

Si estábamos tan predestinados a encontrarnos en el medio, en el final lograremos alcanzarnos.

A quién le importa si te hablo o no, 
a quién le importamos nosotros, 
si lloro o si no lo hago, 
si sufro, si te sigo queriendo. 
A nadie le importa. 
Este amor es mío, igual que vos lo sos. 
Cuando hablamos es cuando no te menciono con nadie 
y ojalá sea así para siempre. 
Ya no te veo como una debilidad, 
ya no tengo miedos 
y si quiero sentirte cerca 
en toda esta distancia 
voy a acercarme 
de la única manera que me permitas. 
¿Existirá la noche que sea nuestra 
y esté en la cama sin derramar una sola lágrima? 
A veces pienso en todo lo que podría haber pasado 
de haber cambiado el más mínimo movimiento. 
Pero al fin y al cabo, 
si no me quisieras,
¿hubieras aguantado mis malcriadeces
todo este tiempo? 
Y por no pelear más, 
hablemos de otras cosas, 
de todo lo que nos une 
y no de lo único que nos separa. 
Nuestra química es tanta 
que después de besarnos 
aparece metanfetamina azul con un 99% de pureza. 
Pero no importa todo lo que pueda explicarte 
o lo que me pueda costar pedir perdón 
por mis errores 
sabiendo que nunca vas a pedir excusas 
por los tuyos. 
No importa lo que diga 
para hacerte entender cuánto te quiero 
y cuánto me arrepiento de los fallos 
en los que sólo conseguí alejarte de mí, 
jamás vas a tener idea de lo que es sufrir 
si no tenés que extrañarte nada más despertar, 
no sabés lo que es querer dormir eternamente 
para no tener que enfrentarme a las mañanas sin vos, 
a abrir los ojos y no encontrarte, 
y sentirte tan lejos de mí. 
Y saber que siempre vas a querer 
a quien nunca va a merecerlo. 
Pero estoy cansada, 
y no sólo no quiero discutir, 
sino que no quiero luchar más por esto 
cuando sé que, 
si estábamos tan predestinados a encontrarnos en el medio, 
en el final lograremos alcanzarnos. 

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