A quién le importa si te hablo o no,
a quién le importamos nosotros,
si lloro o si no lo hago,
si sufro, si te sigo queriendo.
A nadie le importa.
Este amor es mío, igual que vos lo sos.
Cuando hablamos es cuando no te menciono con nadie
y ojalá sea así para siempre.
Ya no te veo como una debilidad,
ya no tengo miedos
y si quiero sentirte cerca
en toda esta distancia
voy a acercarme
de la única manera que me permitas.
¿Existirá la noche que sea nuestra
y esté en la cama sin derramar una sola lágrima?
A veces pienso en todo lo que podría haber pasado
de haber cambiado el más mínimo movimiento.
Pero al fin y al cabo,
si no me quisieras,
¿hubieras aguantado mis malcriadeces
todo este tiempo?
Y por no pelear más,
hablemos de otras cosas,
de todo lo que nos une
y no de lo único que nos separa.
Nuestra química es tanta
que después de besarnos
aparece metanfetamina azul con un 99% de pureza.
Pero no importa todo lo que pueda explicarte
o lo que me pueda costar pedir perdón
por mis errores
sabiendo que nunca vas a pedir excusas
por los tuyos.
No importa lo que diga
para hacerte entender cuánto te quiero
y cuánto me arrepiento de los fallos
en los que sólo conseguí alejarte de mí,
jamás vas a tener idea de lo que es sufrir
si no tenés que extrañarte nada más despertar,
no sabés lo que es querer dormir eternamente
para no tener que enfrentarme a las mañanas sin vos,
a abrir los ojos y no encontrarte,
y sentirte tan lejos de mí.
Y saber que siempre vas a querer
a quien nunca va a merecerlo.
Pero estoy cansada,
y no sólo no quiero discutir,
sino que no quiero luchar más por esto
cuando sé que,
si estábamos tan predestinados a encontrarnos en el medio,
en el final lograremos alcanzarnos.
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