viernes, 20 de junio de 2014

Noviembre.

Tres veces mío.

Como cada casa tiene una fragancia peculiar,
la tuya va impregnada en mi piel
como una herida de fuego.
Por eso de que tu cuerpo es mi hogar.
Y por eso de que yo soy tu cuerpo.
El impulso de tus pasos,
la que va detrás y te levanta,
la que te da la fuerza que el resto del mundo te quita
para querer seguir intentando.
Sin titubear, siempre firmes, frente a frente,
incondicionalmente el uno para el otro.
Y ahora que me necesitas más que nunca,
yo me detengo ante tus ojos y te doy lo que te falta.
Y afuera que caiga el sol.

Cada vez estás más cerca.
Tan cerca que ya no siento peligro.
Tan dentro que hago míos los latidos de tu corazón
y ahora somos uno.
Intenté reemplazarte, ¿sabrás perdonarme?
Es verdad,
quise llenar el vacío oceánico que me ahogaba cada mañana
al no encontrar el ridículo "buenos días",
y te juro que casi lo consigo
pero parece ser que me desangro por todos los costados
y tengo la intuición de que eso asusta.
Los datos actuales son los siguientes:
- ya no quiero quererte un día más.
- me compré el vestido aquél que te gustaba tanto
y tenías razón, joder, qué bien me sienta...
Y qué bonitos eran los vestidos
cuando me ayudabas a quitármelos.
El de los miedos, por ejemplo,
fue el que mejor le quedó a mi cuerpo desnudo.
Y el de tus besos en cada esquina
me lo dejaría puesto para siempre.
Sé que podrás perdonarme.
Esta me la debes.
Esta te la guardo.
Y a esta cerveza invitas tú,
por todo el daño que me has hecho.

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