miércoles, 21 de mayo de 2014

Lo que podrías llegar a ser si confiaras en ti, en tres párrafos.

        Existe un chico interesado en la situación del país. Le preocupa qué partido político gane las próximas elecciones y sabe de qué va toda esa utopía del comunismo. Hay un chico cerca de aquí que escucha música de La Movida; que canta a Loquillo, a Bunbury, a Rosendo, a Extremoduro. Y conoce canciones de Bon Jovi de esas que nadie escucha, las de verdad. Ese chico sabe de historia, de conflictos bélicos, de libros, de realidad. Y me cuenta cuando está leyendo porque, aunque no lo diga, sabe que soy la única que lo entiende. Sabe escribir, sabe puntuar las frases correctamente. Es brillante. Y no lo sospecha. No tiene ni idea de lo lejos que puede llegar, pero quiere aparentar que es muy consciente de sus capacidades. Ni se imagina lo grande que podría ser si focalizara toda esa inteligencia, si no creyera, muy en su interior, que no va a poder ir hasta donde él quiera. 

       Siempre me pregunté por qué había llegado a esa conclusión. Tal vez porque las personas que están a su alrededor no son tan veloces como él y lo hicieron confundirse. Puede que porque alguna vez no haya tenido las mejores notas, pero es que la inteligencia va mas allá de eso, va más allá de una cifra en un boletín cada tres meses. La inteligencia la tiene él por dentro. La lleva a donde quiera que vaya y la deja caer de vez en cuando y sé que en alguna parte de sí espera que alguien la recoja y le diga “me impresionaste”. Y yo la recogí. Yo me impresioné con esa lucidez de su cerebro, y cuando los demás no pueden explicarse el enganche tan grande que un día tuve, no me molesto en intentar que entiendan, porque jamás podrían. Sólo serían capaces si lo conocieran como lo conozco yo, así que me limito a decir “ustedes no lo conocen”.

      Si está leyendo esto tal vez sienta que no es para tanto, o puede que quiera engañarse diciendo que ya sabía todo lo que digo, o peor, que piense que en realidad no lo conozco como yo creo. Pero aseguro que no lo sabe. O no sabe que al que conozco es al chico de verdad. Si él quisiera, quién sabe a dónde llegaría en cosas reales y no en fantasías de otros. Ojalá pudiera volver atrás y decirle que crea en lo que sueña, en lo que sueña de verdad, que persiga aquello que en silencio desea, no lo que le digan los demás. Que crea en él y no en otros. Si pudiera mirarlo una vez más a los ojos le diría que no permitiera que nadie lo echara para atrás, porque piensa que se las sabe todas y en realidad tiene las alas tan cortadas que no es capaz de notarlo. Si la vida me dejara mirarlo a los ojos una vez más, le pediría que no se conforme. Que por lo que está luchando no es lo que él merece, que una mente tan brillante sólo puede buscar en los demás la excelencia. La excelencia de la comprensión y del poder ver más allá de lo que una persona te permite, la de traspasar los límites de lo que el otro quiere que sepas sin que se dé cuenta jamás hasta dónde profundizaste. Yo pensaba que no, pero esas personas existen, ¡existimos! Soy tan real como es para mí ese chico que a veces está y otras sólo son imaginaciones mías, de querer que viva a toda costa una persona magistral.

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