viernes, 3 de enero de 2014

Esa noche me puse los tacones altos para caminar por tu espalda y dejar huella en tu cabeza.

Esa noche me puse los tacones altos
para caminar por tu espalda
y dejar huella en tu cabeza.
Pero cuando me besaste ya me los había quitado
y volvía a ser tu niña débil.
Y el único motivo para llevarlos era intentar clavar tus esquinas
con su filo
a cada centímetro de mi cuerpo.
Perdón por no haberlo conseguido,
perdón por dejarte escapar.
Ella te perdió y es a vos a quien le duele,
habla de la dignidad que no tendría al aceptarte
y yo me trago esa palabra cien veces
antes de ver tu mano alejándose de mí frente a la estación de tren.
Porque te quiero más mientras me querés menos.
Me bajé de los tacones, tal vez demasiado pronto,
tal vez debería haber hecho un esfuerzo por aguantarlos hasta que saliera el sol.
Pero no puedo,
      amor,
nada en mí dura demasiado tiempo.
Excepto estas ganas locas de no dejar de amarte,
de respirar tus palabras a cada momento del día
y de que te me acuchilles a los dedos
y me desangres como una corona de espinas hasta acabar conmigo.
En mi ombligo.

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