miércoles, 8 de enero de 2014

"Los últimos versos que yo le escribo."

Amigo, voy a contarte por qué no voy a escribirte más
y por qué tengo que silenciar hasta mis latidos para que fluyan los últimos versos, tal vez.
Voy a contarte por qué quiero ponerle fin a esta situación
y por qué me cuestan tanto los martes como este.
Por qué se me hacen tan difíciles los días de decisiones
y de sentir que te trato de una forma diferente.
Y por qué este vacío tan profundo que es capaz de ahogarme si lo miro desafiante a los ojos.
Todos estos motivos se podrían resumir con tu nombre,
pero me encanta complicarme la vida.
Me encanta arruinarme con vos.
Va a ser rápido, para que no duela tanto,
va a ser un corte limpio, un golpe sordo.
La herida no va a quedar abierta, amigo, te lo prometo.
Ya no van a haber más versos,
y te aseguro que voy a poner todo mi empeño en que tampoco seas prosa.
Ni un cuento, ni un poema.
En lo referente a los sueños todavía no puedo prometerte nada,
pero estoy en ello.
En un rato va a terminar esta dependencia
y hasta que cada palabra no le pertenezca a otro,
o hasta que esto no sea algo feliz, no voy a volver a escribir nada.
Me despido de cada segundo de inspiración
y me despido de nosotros, de vos y de mí,
la que se va a tu lado porque no concibe vivir de otra manera.
La dejo libre, que corretee hacia vos y que retoce entre tus brazos.
No la espero con ansias,
sé que un día volverá cargada de hojas y estilográficas
y podré contar todo lo que me costó no sentir
tu presencia en las mañanas grises o en los cielos despejados.
Le voy a contar lo difícil que fue
encontrar a una persona capaz de mover las mismas paredes que vos moviste
hasta resquebrajar,
e incluso le diré, sin tristeza,
que dicha persona no existe.
Que pude seguir adelante, pero nunca quise.
Que no te olvidé ni un sólo día de esos setenta años
y que siempre esperé que la llamada viniera de tu parte para pedirme,
por favor, que regresara.
Pero que nunca lo hiciste y así te eché en falta en cada cumpleaños,
de los dos,
y en cada una de las veces que volví a verte sin mirarte
y que te tuve cerca de nuevo pero jamás pude volver a tocarte.
Le voy a contar, sin miedo,
que tu perfume no se evapora de las esquinas de esta casa
-ni de las de este cuerpo-
que te adheriste a mí como un cancer
y te hiciste metástasis hasta en mi última célula.
Que yo me fui con vos,
es cierto,
pero vos te quedaste para siempre conmigo.
Y que después de haber sido nosotros,
ninguno de los dos pudo volver a ser él mismo.
Voy a contarle que preferí no volver a escribirte nada más
antes que desperdiciar más poesía en quien no la siente correr por sus venas,
alguien que le da más valor a cualquier cosa
antes que a un sentimiento real, claro y conciso.
Un lobo feroz que va soplando casas y derribando muros débiles
hasta acabar con ellos para después huir.
Pero estas columnas ya no se vienen abajo con un simple viento.
Ahora son más fuertes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario