lunes, 9 de diciembre de 2013

"El problema no es quererte, es que tú no sientas lo mismo. El problema no es que juegues, el problema es que es conmigo."

-La decisión está tomada.- Afirmó sin que le temblara el pulso. Aparentemente. Pero la verdad era que nada le daba más miedo que esa responsabilidad recién adquirida. Miedo a no poder llevarla a cabo. Sabía, de una manera u otra, que en algún momento de la guerra flaquearía y caería ante él. Pero en ese instante parecía fuerte y sin titubeos. 

-La economía ya no da para más- y agregó,- no hay más dinero para otro plato de comida, lo siento pero no lo siento, no puedo continuar alimentando tu ego.
Era cierto y él también lo sabía. La decisión estaba tomada. No podía seguir queriendo así, a medias, y apartando de un portazo cualquier posibilidad de escape, porque no quería escapar de él, quería que le siguiera doliendo para no dejar lugar a dudas de que estaba viva, e incluso muerta hubiera preferido que así fuera si sabía que en algún punto iba a encontrarlo a él. En un punto más bien llamado eternidad o, en caso de que las cosas salieran mal, fuego eterno. Pero fuego. Pero pasión. Pero siempre. Pero juntos.
Sabía que las cosas no podían salir bien de cualquier forma que lo intentara, ni pensando en el futuro ni yendo hacia atrás a encontrar el error. Estaba en un punto de no retorno, en el que las cosas jamás iban a cambiar por sí solas. Había que actuar y uno de los dos debía encontrar el valor para hacerlo. Y fue ella, como siempre, fue ella. No dudaba de que la mejor y tal vez única respuesta a tantas dudas era la distancia, pero todo el tiempo anterior a la decisión funesta había estado convencida de que esa le dolería más que la vida misma y que sería imposible de llevar a cabo. En cambio, había que arriesgarse. En una de esas sobrevivía. Y lo hacía sin él.
-¿Sabés lo que es tener poder?- Inquirió. Sin embargo, no esperó una respuesta y le espetó, -volverse imprescindible para alguien.
Y ahí volvían a asediarla las dudas. ¿Cuán imprescindible era él para ella? O incluso más sencillo, ¿cuán imprescindible era ella para él? Anunciaban su película en la tele en esa situación tan incómoda y ambos miraron la pantalla a la vez que recordaban ese día con detalle, todo lo vivido, tanta cosa bonita. Imposible regresar. Prohibido olvidar.
Había que seguir y, momentáneamente , mejor que cada uno lo hiciera por un lado, cuanto más paralelo al del otro, mejor. Pero ella estaba tan aterrorizada por esa separación, por esa bifurcación de dos vidas que habían llegado a estar tan unidas, que también tenía como opción pedir perdón por todo, por los errores no cometidos (como solía hacer) y volver a sentarse a su lado como si no hubiera pasado nada. Lo pensaba constantemente. La perseguía esa idea. Porque era verdad que hubo un tiempo en su vida en el que sentía que sin él no era nada, que no existía nada más allá de él, que no podía ver luz más que a través de su mirada, que se le cortaba el aire si la respiración no se acompasaba con la suya y con los latidos de su corazón. Y llevaba tanto tiempo acostumbrada a eso, que temía que, con la distancia, también quedaran lejanos los días de luz y de oxígeno. Pero tenía que tirarse ahí, a estas alturas, ¿qué importaba la caída? ¿Cuánto más podría dolerle un golpe de lo que él le dolía? Si pudo enfrentarse a su ausencia estaba preparada para afrontar cualquier situación macabra.
No obstante, como en toda historia, tiene que haber un nudo. Un fallo. Una costura mal hilvanada, una herida mal curada. Una puerta entreabierta. Una última esperanza. Su error era hacerlo todo con un fin, el de que él despertara. "Reaccioná, por Dios, abrí los ojos", pensaba. "No permitas que me vaya".
¡Estúpida! Estás haciendo todo mal. ¿Acaso no te das cuenta que estás en el punto de no retorno en el que ese "no retornar" se basa en no esperar más nada de él? No puede darte más, no sigas. No esperes. No ruegues, no busques, no planees. Tenías un plan, pero en algún momento te perdiste y no va a estar para sacarte del pozo hacia la luz que te daban sus ojos. No va a estar. Quién sabe si algún día estuvo. No te distancias con el fin de una respuesta, no esperes un causa y efecto, De hecho, no esperes absolutamente nada. Y, tal vez así, de algún modo, hasta esos gestos suyos que conocés de memoria, hasta esos lunares con los que dibujás constelaciones en su espada, incluso esa manera con la que se toca el pelo, su sonrisa y su forma de caminar, puede que el día menos esperado hasta eso te sorprenda.

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