jueves, 18 de julio de 2013

Siete de junio.


Fijate cómo estoy estos días que sólo escribo unos renglones y ya siento esta congoja que me oprime. Te amo por pura costumbre, porque en este tiempo que abarca más de dos años convertí tu vida en la mía, y ahora tengo terror de qué va a pasar el día que ya no te ame. Estoy decepcionada de vos hasta un punto que decir que duele no alcanza ni para empezar a describirlo. Pero es así, duele. Duele y resquebraja despacio y de manera incesante. Te veo y ya no estás, ya no sos él. Te leo y caigo en que te olvidaste de mí en el mismo momento que cerré la puerta del taxi y me alejé de vos. No te importó, no me extrañaste ni el segundo después del último beso, ni las horas siguientes, ni en este momento ni nunca. No me extrañaste porque jamás me tuviste presente y, aun sabiendo todo esto, no hubo un instante en el que yo dejara de amarte con todo lo que pude ser por vos. Pero ahora estoy asustada, más bien aterrorizada, porque encontré a alguien, Eme, y no voy a decirte que me ama con locura, como yo a vos (difícil). Ni siquiera voy a decirte que me ama, porque no lo sé, pero sí voy a decirte que me da, me da lo mínimo y ya es más de lo que vos en tu vida me diste. Me siento terrible por estar acá, escribiéndote todo esto, echándote la culpa de todo y odiándote durante un rato, porque vos no tenés culpa de nada, yo sola te quise hacer mío a toda costa y ese fue mi error desde el principio, porque creí en algo. Hoy no sé en qué. Te extraño, extraño a la persona que me daba la mano en el 98 y extraño al chico que me hizo reír en su casa. Incluso extraño al boludo que me sonrió en la ventana en agosto. Pero, ¿sabés a cuál no quisiera extrañar nunca? Al que no conozco, al que, sin conocerlo y sin saberlo, me hiere. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero”. Esto únicamente puedo leerlo y sentirlo ahora, quiero decir, entenderlo. Porque por ahí no me doy cuenta de que te sigo queriendo porque no concibo mi vida de otra forma, que leo tus cosas porque es lo que llevo haciendo años y que te pienso cuando el otro no ocupa mi mente porque es lo que mi cabeza sabe hacer desde el momento que acompañé a Erre a abrir la puerta y supe que, después de diez años, seguías siendo vos, pero no vos de "la misma persona", sino vos de "el indicado". Me llora el alma, Eme, me dolés tanto que parece la única forma de saber que sigo viva y enamorada. ¿Cómo que tenés que irte? Si recién te vi llegar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario