Ya no me acuerdo por qué te quiero tanto, ¿podrás perdonarme? Creo que es por la paz que me daba abrazarme a tu espalda después de mucho tiempo sin verte. Cerraba los ojos y respiraba tu perfume. Qué feliz fui en esos momentos, no existen palabras.
Jamás hubiera pensado que el tiempo que nos separa podía ser infinito, pero lo es y ahora sólo tengo recuerdos vívidos cuando parpadeo muy rápido.
Qué año tan difícil para mí ese que creía tenerte y a ti no te importaba nada. Era tan pequeña para unos sentimientos tan grandes que todavía no puedo explicarlo, pero era todo para ti y te lo hubiera querido dar de rodillas.
No era más que una niña cuando me di cuenta de que nunca volvería a sentir tu abrazo dulce y salvaje a la vez. Jamás podré comprenderlo, que todo lo que yo sé de amar lo aprendí cuando me dabas la mano, cuando me mirabas fijo como si no hubiera nada más. Y ahí me quedé, perpetua, inmortal.
Tú y toda tu ternura son tan míos como mi risa o mis pies. Eres todo lo que yo quise y quiero, por encima de este mundo, de mí misma. Y algo siempre va a decirme dentro que lo intente otra vez más. Porque cuando ocurre es un milagro. Y sólo pasa una vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario