lunes, 26 de enero de 2015

El génesis.

Hablábamos ya de cosas tan superfluas como de querernos tanto, como si un tsunami de costumbre nos hubiera arrastrado de escombro a escombro por nuestras propias paredes y de repente estuviéramos más allá de cualquier cosa, de lo bueno, de lo malo, del amor. Sentí a la noche aplastarme aunque no pudiera verla, aunque realmente brillara el sol ahí fuera. Tuve que programar una alarma para echarte de menos dos veces al día, por la mañana y por la tarde, y otra que me recordara que nunca debía dejar de pensar en vos. 

Todavía no existe espacio suficiente para poder explicarte, pero extraño de una forma casi abominable tus bufidos de gato resoplando en mi cuello y mis costillas. Extraño de vos todas esas cosas que no te pertenecían, ese caramelo envenenado de tus labios que cada vez que lo comía adquiría un sabor cambiante, tus manos suaves que todo lo tocaban, esa ansia de fuga, una voz que me hablaba desde lugares muertos. 

Ahora que estamos tan distintos, tan inútiles, vos tenés más que nunca ese encanto preadamita extinto en cualquier otro hombre y construiste tu imperio en mi cuerpo, pacificándome, prefiriéndome, pasando tu lengua intrépida de faraón por mis alrededores, como una operación consecutiva. No tuvimos que preocuparnos por nada, sabías que el desamor me llegaría y te mantuviste a la espera, como una hiena acechando a un niño, casi como un milagro, y yo, a veces temblorosa, a veces indomable, te dije que este inexplicable misterio central de quererte con tanto desespero y al mismo tiempo olvidarte, en ocasiones se explicaba como la sencilla pasión de encontrarme a mí misma observando la secuencia de vos, tumbado, fumando. 

Estábamos un poco lejos pero nos seguíamos queriendo, en otras grandes ciudades ocurría igual, uno nunca sabía en qué esquina, qué bar, qué mirada, pero pasaba. Y se queda. Como todo lo que pasa y que se queda, como el tiempo, que no está de paso. Porque nos está ocurriendo. Y cuando lo que ocurre es el amor, pasa, y es como un indulto, como un punto y aparte. Y el desamor en el siguiente párrafo. Y yo quería que entendieras, te juro que quería hacerte entender que se estaba gestando el momento de saldar todas mis deudas con vos, que quería devolverte la paz en las manos, la calma, los besos, el remanso del que me hiciste huésped, la absoluta colonización de mi cuerpo, la devastación de todo lo casto que habitaba mi cerebro, la conversión en tétrico de cualquier atisbo de inocencia que besaste en mis caderas. Y tuve que devolverme entera. 

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