martes, 24 de junio de 2014

Inestabilidades

Qué sucio tu juego.
Hiciste que me acostumbrara,
y justo cuando sos
el primer pensamiento de la mañana,
me quitás los buenos días
que hacía demasiados meses ya no esperaba.
Los 30 van a llegar tan rápido
como tan cerca están ahora los 20,
y no habremos hecho nada
de eso que tanto soñamos.
Y no entiendo cómo toda la maldad
del mundo me sacó tan rápido
las ganas que siempre tuve de seguir
mirando al frente.

Como me nutro de la poesía,
tal vez Dios sólo quiere ayudarme
a no morir de hambre.
Por eso sólo me da motivos para seguir escribiendo.
No tengo nada más.
Cuánto odié en mi vida
a las personas cargadas de negatividad,
a los que te hunden con su tristeza.
Pero a veces se acaban las razones
por las que volver a intentar.
Y qué bien que no sea un amor el que me destruye,
qué fuerte y valiente me hizo
el no depender nunca más de nadie.
Y qué vacía, qué oscura y siniestra
me volvió el saber que nunca moriría de amor.

Lo dejé todo en manos de la suerte,
y qué pronto,
la suerte que siempre digo, es para los mediocres.
Abandoné el éxito y me regodeé en que todo fuera mal.
Alguna vez un rayo de sol
y después más de la eterna oscuridad.
Un día cada ciertos meses dejaba a alguien entrar,
destrababa los cerrojos
y le permitía creer que podría tocar mi alma.
Jamás.
Y cómo esperar que no lo asustara
este lúgubre estado de inadmisión.

Que se alejen de mí todos los que sueñan con
robar, romper o reparar corazones.
Que se alejen los que quieren
izar banderas blancas en las mentes en guerra.
Que me gusta así, inestable y devastada.
Que me quiero así, incompleta, rota, atrapada.
Con mis poemas bajo el brazo
hasta los confines de la tierra,
con mis musas a la espalda,
con toda la locura y el sufrimiento de este mundo
como si fuera responsabilidad mía
el no poder arreglar nada.
Que quiero seguir queriendo así,
desordenadamente,
como todas las cosas que en mi vida no tienen un lugar establecido.
Como una errante exiliada de su patria
y de la patria que la acuna.
Una bandera que no ondea,
una mar que siempre está en calma,
 un bichito de luz que se apaga.
Un monstruo que sale de debajo de la cama
y se acuesta conmigo
y se duerme en mi almohada.

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